Wilhemina Agnese Pöelmann +

Simple y relajada. Sin prejuicios, sin estándares de nada. Solo dejándose llevar dadas las circunstancias. No cree que haya una reacción preestablecida para las cosas que suceden, cada ser reacciona a su manera y ella es así en toda su vida. Quizás te resulte difícil comprenderla, pero ni siquiera debes gastarte en analizarla. Un día blanco, un día gris y otro negro. Es cambiante, si tuvieses que usar solo una palabra para definirla creo que sería esa.
Dedicada a sus cosas, fiel a sus ideales. Cuando algo le importa, deja todo por ese algo y todo lo que tenga que ver con el mismo. Cuida sus relaciones, se preocupa por mantenerse en contacto con las personas que son importantes en su vida. No es de esas que solo espera que la llamen. Si quiere hablar, va a hablar. Si quiere verte, te va a ver. Es decidida y directa, frontal. No se guarda los problemas ni las cosas que le molestan, las saca. Y lo mismo hace con las cosas buenas. Si siente que te ama, te lo va a decir.

Risueña, le encanta reírse y hacer reír a los demás. Siempre está con una sonrisa en su cara y hay muy pocas cosas que pueden quitársela de ahí. No suele odiar a las personas que no conoce, y tampoco le agrada la envidia. Vamos, que no es ninguna santa ni mucho menos. Obviamente, ha sentido envidia y ha dicho que odiaba a determinados seres, pero cree que nunca lo ha experimentado realmente. El odio verdadero es algo que no conoce. No le gustan los prejuicios, pero el mundo está rodeado de ellos y es difícil desligarse a la imagen que da una persona antes de que la conozcas. La primera impresión siempre importa. Como te ven, te tratan.
Mina no es una chica muy nerviosa, pero se nota cuando algo le molesta o la incomoda. El primero en verse afectado es su cabello, se lo toca todo el tiempo si la situación no le agrada. Y luego están sus uñas, todas mordidas.

Siente adoración por las cosas pequeñas. Y cuando digo cosas hablo de bebés y niños. Y también eso incluye a los animalitos. De pequeña, Mila tuvo más de quince mascotas. Todas diferentes. Y de más grande, al terminar su carrera, decidió tomar la especialidad de neonatología y pediatría, a cuidado de los más pequeñitos. Cuando los ve no puede creer lo indefensos que están ante el mundo, y la adorable visión que tienen del mismo. Muchas veces suele decir que le encantaría volver a tener cinco años para estar sucumbida en esos pensamientos llenos de alegría y alejar la maldad que puede haber en las personas.
No es la típica que habla de amor todo el tiempo, no le gustan demasiado las historias de amor. Pero sí desea formar una familia, en un futuro bastante lejano. Por el momento, ha tenido varios amores. Algunos duraderos, algunos no. Otros correspondidos, y algunos que no. Pero nunca nunca jamás se ha enamorado profundamente de alguien. Básicamente usa a los chicos para distraerse y pasarla bien.

Ella pone sus propias reglas, y no se deja pasar por arriba ni por sus propios padres. Acostumbrada a tener siempre lo que quiso, le cuesta aceptar un “no” como respuesta. No te va a dar la razón porque sí, debes estar 100 por ciento en lo cierto para que ella te reconozca como ganador. No le gusta perder, y a veces resulta muy cabezadura. Actúa muchas veces bajo impulsos y no piensa demasiado en las consecuencias. Eso, claramente, le ha traído algunos problemas. Pero siempre hay una solución. Y si no hay solución, ¿para qué preocuparse?
Adora la música y los deportes. Entre sus “hobbies” se encuentran tocar la batería y andar en skate. Ambas cosas las hace muy bien, y entre amigos. También es una muy buena cocinera, o mejor dicho pastelera ya que se dedica más al ambiente de lo dulce y los postres. Tiene varios tatuajes que abarcan grandes partes de su cuerpo, y todos para ella tienen un sentido o algo especial que la identifica. Cuando le preguntan, no suele decir siempre la verdad. Hay cosas que es mejor guardarlas para uno mismo.

De la unión entre un reconocido cirujano y una enfermera del mismo hospital, el 13 de febrero de 1990 nació Wihlemina Pöelmann, en Seattle. Ambos padres siempre estuvieron bien ubicados en cuanto a la posición económica y, al nacer su primer y única hija, decidieron que no querían que creciera rodeada de enormes edificios y ruidos en la ciudad y se mudaron, cuando la pequeña tenía apenas 8 meses, a Rose Falls.
Y así fue como los Pöelmann cayeron al pueblo a empezar su nueva vida. Papá Pöelmann continuó trabajando en el único hospital que había en el mismo y, algunas veces recibía algún que otro llamado de Seattle y volvía a operar. Mamá Pöelmann, sabiendo que con lo que su esposo ganaría en ambos trabajos tendrían una buena vida, decidió retirarse y dedicarse por completo a su hija.

Los años pasaron y los Pöelmann tuvieron vidas de lo más felices. Tranquilas, llenas de amistades y de paz. Rose Falls era el lugar que siempre habían soñado y tenían la hija que siempre habían soñado. Mina era simplemente adorable, con ellos y con todo el mundo. Y, claramente al ser la única, era totalmente malcriada. Siempre obtuvo todo lo que quiso y más, pero a medida que iba creciendo ya no le gustaba la idea de tenerlo todo “de arriba”, sino que prefería tener que trabajar por eso. Siempre fue una chica muy perseverante con sus ideas y deseos.
Mina tenía apenas 14 años cuando las desapariciones comenzaron, eso llevó a los Pöelmann a pensar en la idea de volver a Seattle, pero no lo hicieron. Papá Pöelmann, muy amigo del Alcalde del pueblo, decidió quedarse para demostrarle su apoyo por la reciente desaparición de su hija Camille.

Básicamente, las desapariciones no afectaron mucho la vida de la joven Mina. Ella siguió haciendo su vida normal, aunque sus padres le rogaban cada vez que salía que se cuidase mucho. A la edad de quince años, Mina empezó a meterse de a poco en un ambiente algo pesado. Tenía algunos amigos que cultivaban su propia hierba y fue así como empezó a fumar. Lo hacía de manera ocasional, igual que ahora, pero con mucha más frecuencia. Por suerte, nunca llegó al extremo y todo esto son sólo experiencias. De hecho, no se arrepiente de nada de lo vivido porque fue así como formó su carácter y personalidad. La simple Mina que hoy todos conocen es la mezcla de drogas, chicos, libros de medicina, skateboarding y música. Todas las cosas que le gustan y que, alguna vez, la marcaron.

Hoy en día Mina está muy cerca de convertirse en una mujer hecha y derecha. Acaba de terminar la carrera de Medicina, la cual estudió en Seattle porque nunca quiso ser de esas que iban a Harvard o Dartmouth, de alguna manera estaban mal vistas y, a decir verdad, a ella tampoco le caía muy bien la gente que frecuentaba esos lugares. Ha sido contratada por el Hospital como Médica Pediatra, donde atiende a los bebés y niños que para ella son su debilidad. Y, además, sus padres como regalo de graduación le consiguieron un lugar para que pudiera vivir sola y tranquila.